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La novedosa gestión del papa Francisco

Patrick Corcoran | 29.06.2015
La novedosa gestión del papa Francisco

Durante casi toda mi vida la figura del papa ha desafiado y negado la modernidad y la evolución social del mundo occidental. No quiere decir que nunca ha sido una fuerza positiva, sea en las vidas individuales o en la geopolítica. Por ejemplo, durante los años 80, Juan Pablo II fue una de las figuras claves en la lucha contra el Comunismo en Europa, sobre todo en su natal Polonia. El efecto que tuvo en dicho continente fue histórico.

Pero los papas recientes han rechazado cualquier intento de acomodarse a los cambios sociales que han sido aceptados por la mayor parte del mundo: el divorcio, la homosexualidad, el sexo antes del matrimonio, etcétera. En lugar de ser una fuente de esperanza para los perdidos, la jerarquía católica hacía hincapié en el pecado y los castigos divinos. Sea causa o efecto de lo mismo, eso ha unido a la Iglesia católica cada vez más con la derecha política.

Es mucho pedir que una institución que lleva dos mil años de existencia sea una fuerza progresiva, pero bajo el liderazgo del papa Francisco la Iglesia ha roto con ese conservadurismo de las últimas décadas.

Quizás el ejemplo más relevante surgió hace unos diez días con la publicación de una nueva encíclica que lleva el título Laudato si, o Alabado seas, y que pide un esfuerzo redoblado para mitigar el cambio climático. Francisco no es el único ícono internacional pidiendo una reducción en la emisión de carbón, y hasta el momento los éxitos en este tema han sido escasos. Pero el documento va más allá que los pronunciamientos anteriores de la Iglesia —reclama una “revolución cultural audaz”— y lo hace en un momento en que está creciendo el consenso sobre la necesidad de establecer un marco mundial para lidiar con el asunto. Ha sumado a la Iglesia a un movimiento que tiene en sus manos el futuro de la civilización, y es de las pocas personas en el mundo que realmente es capaz de influir en las actitudes de una gran parte de la población.

Hay otros detalles que demuestran lo novedoso que ha sido la gestión de Francisco. El ejemplo más famoso es su comentario sobre la Iglesia y los gays: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?”. Nada que ver con el rechazo anterior. Ha lanzado comentarios igualmente flexibles sobre la posibilidad de que los divorciados reciban comunión. Y hay detalles simbólicos también: uno de los famosos es que en la misa del Santo Jueves, cuando los papas emulan a Jesucristo en sus últimas horas, Francisco ha elegido lavar los pies de 12 criminales, cuando sus antecesores lo hacían con sus colegas cercanos.

Los medios estadounidenses suelen etiquetar a Francisco como “radical”, pero lo que llama la atención es que sus actos más famosos son sumamente sensatos, no el producto de un Trotsky dentro de la Iglesia. Es decir, ¿qué hizo que es tan revolucionario? No se requiere sabiduría infinita para aceptar la ciencia del cambio climático. Tampoco para reconocer que hay gente buena, que busca una guía espiritual como muchos, que nacen homosexuales o tienen la mala suerte de acabar en un matrimonio fallido. Si la Iglesia católica no tiene nada para esta gente, se cierra a medio mundo.

El escritor E.J. Dionne recién opinó que la característica fundamental de Francisco es que rechaza el miedo:

 

El miedo de la modernidad ha traído una ola de secularismo que amenaza con minar el papel cultural y social de la Iglesia, y el miedo que el mismo catolicismo está en peligro gracias a estas fuerzas que puede haberse infiltrado a la Iglesia en el nombre del reformismo. Francisco de plano no se preocupa tanto...

 

La falta de miedo no suena revolucionario en sí, pero la época de Francisco puede llegar a ser histórica. Gracias a él la Iglesia es más un lugar que da la bienvenida, que busca darle relevancia a todos, ahora hay más distancia entre la agenda de la derecha política y las declaraciones del papa. Ya era hora.

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